Se desarrollaba lento y distante bajo su anatomía.
Su vida era como una llama a veces potente, a veces a punto de extinguirse.
Siempre encontraba una razón más para llorar, siempre una razón más para volar, siempre una razón más.
Nada parecía curarlo.
Él era su vida. Él se miraba reflejado en los espejos como una imagen deforme, borrosa.
Siempre encontraba una razón más para no respirar, para romperse más.
Constantemente se preguntaba por qué no podía ver la luz al final de ése túnel infinito que lo mantenía oculto.
Constantemente se pedía perdón por dejarse caer una y otra vez.
Parecía que nada era suficiente.
Namida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario