Laura P.


Trato de no soñar con cascabeles, con Montmartre, con fonógrafos: podrían despertar. Soñaré con mujercitas, las más silenciosas: Lulú o, mejor, Laura, cuya voz más bien se leía, más bien era del sueño.
Alma que fuera fácil dominarla con sólo un corazón que se partiera para en su sangre cálida regarla. Alma que ha de morir de una fragancia de un suspiro, de un verso en que se ruega, sin perder, a poderlo, su elegancia. Alma que siempre disconforme de ella, como los vientos vaga, corre y gira. Alma que sangra y sin cesar delira por ser el buque en marcha de la estrella. 
Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nombres creciendo solos en la noche pálida.)

Soy letras y lírica y sucesos y cronopios y nadas.
Paso excesivo tiempo explicando cosas que no tienen explicación. 
Taciturna, y tendiente a la depresión por las cosas más ínfimas de la existencia. 
Frustración de escritora, de música, de tantas vidas.
Estudiante de Medicina.

Este blog no es más ni menos que una parte de mi alma, mis pasiones y mis miserias. Un cúmulo de desechos mentales. 



Namida.